POR CARLOS JIMEN
Los casos de Eli de Gortari (Silabario de palabrejas) y Roberto Palacio (Sin pene no hay gloria)
No debe de ser fácil reconocerse como filósofo en los tiempos que
corren. En un mundo que premia la banalidad en el pensamiento como forma más
efectiva de alcanzar reconocimiento social, el saber filosófico queda
acorralado en las mentes de unos personajes estereotipados como tostones,
peñazos y extraños. Leía hace poco en la revista colombiana Arcadia que
la práctica de la filosofía ha quedado circunscrita a los asfixiantes muros
académicos y que los filósofos solo pueden departir sus pajas mentales (con
perdón) con sus iguales, y no siempre. El artículo se llamaba Los profes de
filosofía solo producen más profes de filosofía.
Eli de Gortari (1918-1991) y Roberto Palacio (1967) tienen varios puntos
en común: son filósofos, latinoamericanos (mexicano, uno; colombiano, el otro)
y en algún momento de sus vidas decidieron desembarazarse de sus sesudos
análisis ontológicos para aterrizar sus pensamientos en un lenguaje más vulgar,
soez y patibulario. De Gortari fue un brillante filósofo, especialista en
historia de la ciencia, lógica e impulsor del materialismo dialéctico, que en
1988, en los estertores de su vida –tres años antes de fallecer-, publicó Silabarios
de palabrejas (Plaza y Valdés) donde da rienda suelta a sus instintos más
primarios para redactar un listado de argots relacionados con el pene, las
tetas, la vagina, la masturbación, el clítoris, entre otros. El diccionario
recoge siete mil entradas en las que se mezcla la sabiduría del filósofo
–impresionante su capacidad para entroncar los más burdos vocablos con sus
orígenes etimológicos- con el lenguaje pendenciero, de tintes machistas y
homófobos. Por su parte, en el 2008 Palacio publica en Ediciones Aguilar Sin
pene no hay gloria (título de best-seller por su estratégico contrapunto a
la aclamada Sin tetas no hay paraíso, libro llevado a las pantallas, de
origen igualmente colombiano). Al filósofo Palacio –académico de la Universidad
de los Andes- hablar de las pililas le otorga una popularidad –búsquenlo en
Google- que le estaría negada si hubiese insistido en la publicación de sus
(imagino) elevados pensamientos filosóficos. Al igual que De Gortari, Palacios
no escatima esfuerzos para rebajar sus ideas a un tono que parece sacado de
gracietas adolescentes, chistes fáciles y malos tebeos.
Dos filósofos que se hicieron escuchar con la estrategia comercial caca,
coño, polla y pis. Sin duda, dos obras concebidas para sentir el clamor de las
masas. No les juzgo, todos tenemos derecho a querer ser reconocidos y, sobre
todo, entendidos. A necesse ad esse, como lo define de Gortari en su
ininteligible Diccionario de Lógica: “Regla de inferencia en la lógica
modal que establece que si una proposición es necesaria, entonces esa
proposición es verdadera”. Y es que todo filósofo también se merece sus quince
minutos de gloria (dificultada porque encima casi todos los filósofos tienen un
tocayo que es cantante o juega al fútbol). Y qué mejor –y rápido- que
ponerse a escribir sobre chochos y rabos, así, sin remilgos ni eruditas
disquisiciones. Y déjense de Schopenhauer.
Carlos Jimen es coordinador de las extintas Ediciones La
Tapadera
No hay comentarios:
Publicar un comentario