miércoles, 1 de agosto de 2012

¿Qué hace un filósofo cuando quiere que le escuchen?

POR CARLOS JIMEN

Los casos de Eli de Gortari (Silabario de palabrejas) y Roberto Palacio (Sin pene no hay gloria)

No debe de ser fácil reconocerse como filósofo en los tiempos que corren. En un mundo que premia la banalidad en el pensamiento como forma más efectiva de alcanzar reconocimiento social, el saber filosófico queda acorralado en las mentes de unos personajes estereotipados como tostones, peñazos y extraños. Leía hace poco en la revista colombiana Arcadia que la práctica de la filosofía ha quedado circunscrita a los asfixiantes muros académicos y que los filósofos solo pueden departir sus pajas mentales (con perdón) con sus iguales, y no siempre. El artículo se llamaba Los profes de filosofía solo producen más profes de filosofía.


Eli de Gortari (1918-1991) y Roberto Palacio (1967) tienen varios puntos en común: son filósofos, latinoamericanos (mexicano, uno; colombiano, el otro) y en algún momento de sus vidas decidieron desembarazarse de sus sesudos análisis ontológicos para aterrizar sus pensamientos en un lenguaje más vulgar, soez y patibulario. De Gortari fue un brillante filósofo, especialista en historia de la ciencia, lógica e impulsor del materialismo dialéctico, que en 1988, en los estertores de su vida –tres años antes de fallecer-, publicó Silabarios de palabrejas (Plaza y Valdés) donde da rienda suelta a sus instintos más primarios para redactar un listado de argots relacionados con el pene, las tetas, la vagina, la masturbación, el clítoris, entre otros. El diccionario recoge siete mil entradas en las que se mezcla la sabiduría del filósofo –impresionante su capacidad para entroncar los más burdos vocablos con sus orígenes etimológicos- con el lenguaje pendenciero, de tintes machistas y homófobos. Por su parte, en el 2008 Palacio publica en Ediciones Aguilar Sin pene no hay gloria (título de best-seller por su estratégico contrapunto a la aclamada Sin tetas no hay paraíso, libro llevado a las pantallas, de origen igualmente colombiano). Al filósofo Palacio –académico de la Universidad de los Andes- hablar de las pililas le otorga una popularidad –búsquenlo en Google- que le estaría negada si hubiese insistido en la publicación de sus (imagino) elevados pensamientos filosóficos. Al igual que De Gortari, Palacios no escatima esfuerzos para rebajar sus ideas a un tono que parece sacado de gracietas adolescentes, chistes fáciles y malos tebeos.

Dos filósofos que se hicieron escuchar con la estrategia comercial caca, coño, polla y pis. Sin duda, dos obras concebidas para sentir el clamor de las masas. No les juzgo, todos tenemos derecho a querer ser reconocidos y, sobre todo, entendidos. A necesse ad esse, como lo define de Gortari en su ininteligible Diccionario de Lógica: “Regla de inferencia en la lógica modal que establece que si una proposición es necesaria, entonces esa proposición es verdadera”. Y es que todo filósofo también se merece sus quince minutos de gloria (dificultada porque encima casi todos los filósofos tienen un tocayo que es cantante o juega al fútbol). Y qué  mejor –y rápido- que ponerse a escribir sobre chochos y rabos, así, sin remilgos ni eruditas disquisiciones. Y déjense de Schopenhauer.

Carlos Jimen es coordinador de las extintas Ediciones La Tapadera

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