POR NACHO
MORENO
Hace tan
sólo unos días una amiga me confesó su intención de volver a sus raíces y
dedicarse a quemar sujetadores reivindicando los puntos esenciales de la lucha
feminista. Mostrando con esa simple declaración cómo el feminismo actual
vive una tensión muy interesante entre una vertiente teórica muy sofisticada
(que todas disfrutamos, con bifurcaciones como el queer) y una práctica urgente
de defensa de elementos básicos para la existencia digna de las mujeres. Dentro
de ese segundo apartado entraría la película Las oficinas de Dios de la
directora francesa Claire Simon, quien utiliza el tono documental mezclado con
la ficción para retratar las vidas de las usuarias de un centro de
planificación familiar francés. Si por un lado la parte documental se ve
reforzada por actrices nóveles que representan a las usuarias del centro y a
sus miles de historias entresacadas de los registros de unas consulta real,
muchas de ellas desesperadas, confusas y humanas, desde la chica argelina que
va a buscar la píldora a espaldas de su entorno íntimo a la madre de familia
burguesa que se niega a tener el tercer hijo. Por otro lado, la parte
ficticia se ve representada por la presencia de grandes artistas del cine
francés como Nathalie Baye o Nicole Garcia, algunas vinculadas al
Manifiesto de las 343, uno de los casos más famosos de desobediencia civil de
la historia de Francia donde 343 grandes personalidades femeninas, desde Simone
de Beauvoir hasta Agnes Varda declaraban haber abortado pidiendo que el
gobierno lo despenalizara o tomara las acciones oportunas contra ellas. Sin
embargo, el valor icónico que pudieran tener en la lucha feminista o con
respecto a su personalidad mediática no les lastra en absoluto y en algunas
escenas especialmente acertadas representan de manera íntima y personal a
mujeres corrientes escuchando y hablando con otras mujeres corrientes en una
situación excepcional. Una situación importante como la del embarazo no deseado
o el sexo lleno de misterios y prejuicios (“el DIU me hincha la barriga”) donde
surge la confesión íntima y el lenguaje científico y claro junto con los
consejo femeninos y cercanos (“Escucha a tu cuerpo”), y que discurre en un
sitio tan cotidiano pero excepcional como un centro de planificación familiar
descrito así por la propia directora:
“Aunque yo
soy alguien que duda mucho del confinamiento entre mujeres, me fascinó ver a
tantas generaciones distintas de mujeres hablando, escuchándose, preguntándose
amparadas por el secretismo de este lugar que habéis ido inventando poco a
poco, y que no es una institución, ni tan siquiera una asociación. Aquí, lejos
de la familia y de los amigos, se habla de la vida privada, se intenta
comprender y afrontar el propio cuerpo, que es por donde pasa nuestro destino,
y se aborda lo más íntimo y lo más público de nuestras propias vidas. (…)”
Y a través
de todas esas confesiones y escuchas, ya que la película se construye
básicamente a través de una serie de entrevistas entre usuarias y consejeras
(entrevistas que el gobierno francés ha acabado institucionalizando al declarar
como indispensables como paso previo a ser sometida a un aborto) se alcanza esa
máxima feminista de que lo privado es público. Porque al mostrar el complejo
desarrollo humano de estos centros su directora, Claire Simon,
precisamente subraya la necesidad pública, política de los mismos: necesitamos
lugares donde las mujeres no sean tratadas como números, necesitamos lugares
donde las mujeres puedan recoger la pastilla del día después sin tener que
pelearse con farmacéuticos perspicaces o con médicos de urgencias que dejan
dicho que no se les despierte por casos como el de la pastilla, necesitamos
lugares donde la salud y los derechos reproductivos de las mujeres queden
garantizados y gestionados por las propias mujeres. Y una de las miles de
maneras de hacerlo es apoyando una obra como la de Claire Simon que reconstruye
milimétricamente pero con cariño y respeto las vivencias de estos centros.
Y
necesitamos películas como Las oficinas de Dios precisamente ahora, porque esta
película con su simple presencia vuelve a poner de manifiesto que vivimos en un
mundo donde la sexualidad de la mujer tan solo ha dejado un único gran tabú:
sus derechos sanitarios y reproductivos, grandes olvidados tanto en la
política como en la ficción, y tan solo tratados en los últimos años en
películas como 4 meses, 3 semanas, 2 días de Cristian Mungiu o el espléndido
documental Lake of Fire de Tony Kaye. Y porque, sobre todo, la
crisis económica tiene en su punto de vista esos mismos derechos (tan poco
apreciados por ciertos sectores reaccionarios) tal y como podemos apreciar en
el anuncio que hicieron la semana pasada siete clínicas abortivas de Castilla
la Mancha declarándose en huelga y no recogiendo a pacientes derivadas de la
salud pública, debido a un impago del gobierno autonómico de un millón de
pesetas, quien con esta deuda pone en entredicho la libertad de elección de
miles de mujeres. Y es precisamente esa España que recorta o impaga los
derechos femeninos un espacio común en la película Las oficinas de Dios, ya que
debido la ley francesa que prohíbe practicar abortos más allá de las doce
semanas muchas de las chicas de la consulta son ‘derivadas’, en realidad viajan
en autobuses o coches particulares, a clínicas privadas catalanas: “430 euros
practicar un aborto entre la semana doce y la catorce”.
Pocas veces
la cartelera nos permite hacer un acto político del acto íntimo de ir al cine,
esta es una de las excepcionales ocasiones, aprovéchenla e inviten a alguien a
quien quieran…
Estreno
Madrid-Barcelona: 23 septiembre 2011
Estreno
Valencia: por confirmar.
www.palomitasenlosojos.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario